Por Diego Caputo
David Mendieta lleva adelante el espacio sociocomunitario de la red de merenderos “Partiendo el pan” de la organización “Ojos que ven”, en barrio La Bombacha. Allí encabeza junto a los vecinos del lugar y la ayuda de un grupo de trabajadores de la economía popular un espacio de contención y acompañamiento, en uno de los barrios rosarinos más castigados por la crisis social.
En diálogo con Conclusión señala que su organización, perteneciente a la Pastoral Evangélica, viene solicitando acompañamiento al municipio y la provincia, pero sin respuestas favorables. Aun así intenta dar respuestas, y lo hacen entregando mensualmente un bolsón con alimentos, sirviendo además la merienda tres veces a la semana y abriendo las puertas del predio para el mantenimiento y el armado de una huerta orgánica abierta.
Mendieta representa a una generación sub35 que no se resigna a que el libre mercado acomode las cosas, y apuesta a la convocatoria a los vecinos para debatir y buscar soluciones a los problemas que azotan al barrio, donde los terrenos fueron tomados ante la falta de tierras, y tampoco cuentan con servicio de cloacas en las veredas.
“Es un barrio manoseado, olvidado por el Estado municipal y provincial. Acá estamos las organizaciones y creemos que somos el andamiaje con lo son muchos espacios como iglesias y escuelas” sintetiza el joven, detallando que los sábados tienen talleres con unos 70 chicos y chicas, sobre todo adolescentes, abordando los cuidados de la salud sexual y la prevención de abusos.
“La idea es construir estos espacios que creemos que son necesarios en estos tiempos donde las escuelas son amenazadas, y donde los barrios están estallados de gendarmes y policías” explica, y añade: “Nosotros creemos que es necesario construir estos espacios para descomprimir y sembrar semillas de esperanzas, abonando el amor y la paz”.
En el fondo del terreno tienen armados los canteros y sembradas las verduras. Y a un lado, está en plena construcción un salón de usos múltiples y una cocina. El baño no pudo comenzar todavía por falta de recursos, aunque estiman que para mitad de año podría estar terminado. “Es un terreno de lucha y organización. Es nuestro espacio donde tenemos la posibilidad de estar construyendo y techando un salón. En el fondo hay una huerta orgánica y comunitaria donde trabajadores migrantes, organizados y asalariados vienen a desarrollar su tarea. Es una huerta abierta a la comunidad”, detalla.
Mendieta además puntualizó que éstas “son las propuestas e iniciativas que venimos impulsando desde mesas intersectoriales o interreligiosas” y remarca sobre el final que en las sucesivas reuniones que viene manteniendo con funcionarios municipales y provinciales “les señalamos la importancia de fortalecer este tipo de espacios, donde se aborda y se abraza la vida. Entendemos que si no son fortalecidos estamos en la lona, porque si bien durante toda la pandemia estuvimos sosteniendo y abrazándola”.